sábado, 20 de junio de 2015

Cuentos Para Niños: Caperucita Roja

Caperucita Roja
Por: Jacobo y Guillermo Grimm

Había una niña tan buena y tan cariñosa, que todos la querían; y la
que más la quería era su abuelita. La abuelita ya no sabía que regalar a su
nieta: la mimaba muchísimo. Una vez le regaló una gorrita de terciopelo
rojo; la niña estaba muy bonita con ella, y no se la quitaba nunca. Y la
gente le empezó a llamar Caperucita Roja.
Un día, su madre le dijo:
-Ven, Caperucita, quiero que lleves a la abuela este pastel y esta
botella de vino. La pobre abuelita está mala, y hay que darle cosas ricas
para que se ponga fuerte. Será mejor que te vayas ahora, antes de que
haga más calor; no corras ni salgas del camino, no se vaya a romper la
botella y la abuelita se quede sin vino. Y cuando llegues a su casa, no
empieces a curiosear por todos los rincones; di primero buenos días, como
una niña bien educada.
-Descuida madre; haré bien el recado –dijo Caperucita.
La abuela vivía lejos, en el bosque, a media hora del pueblo; y
cuando Caperucita entró en el bosque se encontró con el lobo. Caperucita
no sabía que el lobo era malo, y no se asustó.
-Buenos días Caperucita -dijo el lobo.
-Buenos días lobo –dijo Caperucita.
-¿Dónde vas tan de mañana? –le preguntó el lobo.
-Voy a casa de mi abuelita –contestó Caperucita.
-¿Qué llevas en el delantal? –preguntó el lobo.
-Llevo un pastel y vino para mi abuelita, que está mala.
-¿Dónde vive tu abuelita?
-Vive aquí en el bosque, junto a los tres robles grandes, al lado de los
avellanos; seguro que has visto su casa.
Y el lobo pensó: “¡Qué gordita es esta niña, y qué tierna debe ser!
Estará mucho más rica que su abuelita. Voy a ver si me las como a las
dos”.
El lobo caminó un rato al lado de Caperucita, y luego dijo:
-Caperucita, mira qué flores más bonitas hay por aquí. ¿Por qué no
llevas algunas a tu abuela?
Caperucita miró las flores; estaban preciosas allí en el bosque, al sol.
-Sí, lobo, tienes razón; voy a coger un ramo para mi abuelita. Es muy
temprano y tengo tiempo.
Salió del camino y empezó a coger flores; y siempre veía una flor
todavía más bonita un poco más allá, y de esta manera se fue alejando del
camino, y el lobo echó a correr para llegar antes a casa de la abuela; llegó
y llamó:
-¿Quién llama? –preguntó la abuela.
-Soy Caperucita, y te traigo pastel y vino. ¡Ábreme, abuelita!
-¡Corre el cerrojo! Yo estoy muy floja y no me puedo levantar.
El lobo corrió el cerrojo, abrió la puerta, saltó hacia la cama de la
abuela y se la tragó. Y luego se puso su ropa, se ató su gorro, se metió en la
cama y cerró las cortinas.
Caperucita, en el bosque, tenía ya un ramo muy grande; no le cabía
ni una flor más. Echó a correr y llegó a la casa de su abuela. Le extrañó ver
la puerta abierta; y al entrar en la habitación, sin saber por qué, se asustó
un poco, y pensó:
“¡Qué raro! No sé por qué estoy asustada, con lo que me gusta venir
a casa de la abuela”
Y entonces se acercó a la cama y dijo:
-Abuelita, buenos días.
Nadie le contestó; la niña descorrió las cortinas de la cama, y allí vio
a su abuela muy tapada y con el gorro de dormir metido hasta las narices.
-Abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes!
-Para oírte mejor...
-Abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes!
-Para verte mejor...
-Abuelita, ¡qué manos tan grandes tienes!
-¡Para cogerte mejor!
-¡Ay, abuelita! ¡Qué boca tan grande tienes!
-¡Para comerte mejor!
El lobo dio un salto y ¡se tragó a Caperucita! Ya había comido bien,
y se volvió a meter en la cama y se quedó dormido. Empezó a roncar, a
roncar con unos ronquidos tremendos, y un cazador que pasaba por allí, al
oír aquellos ronquidos, pensó: “¡Caramba con la abuelita, qué manera de
roncar! Voy a entrar, no sea que se encuentre mal”.
El cazador entró, se acercó a la cama, vio al lobo dormido y dijo:
-¡Ya te contaré, viejo bribón! ¡Con el tiempo que llevaba buscándote!
El cazador iba a matar al lobo de un tiro; pero de pronto pensó que
a lo mejor el lobo se había comido a la abuela, y en lugar de disparar su
escopeta, buscó unas tijeras y le abrió al lobo la barriga, por si la abuela
estaba aún viva. Y, al primer tijerazo, vio una cosa roja, y era caperucita; y
en seguida salió la niña, gritando:
-¡Ay qué susto más grande! ¡Ay, qué oscuro estaba en la barriga del
lobo!
Y la abuelita salió también, medio muerta de miedo. Caperucita
buscó en seguida piedras bien grandes, le rellenó al lobo la barriga de
piedras, y cuando el lobo se despertó y quiso echar a correr, se cayó al
suelo, porque las piedras pesaban mucho. Se cayó, reventó y se murió. Y
Caperucita, la abuela y el cazador se pusieron muy contentos; el cazador
se quedó con la piel del lobo; la abuela se comió el pastel y se bebió el vino,
y se puso buena. Y Caperucita dijo:
-Ya no volveré a desobedecer a mi madre, y no saldré del camino
cuando vaya sola por el bosque.

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