viernes, 19 de junio de 2015

Cuentos Para Niños: Ricitos de Oro

Ricitos de Oro
Por: Jacobo y Guillermo Grimm


Erase una vez una tarde, se fue Ricitos de Oro al bosque y se puso a
recoger flores. Cerca de allí, había una cabaña muy bonita, y como Ricitos
de Oro era una niña muy curiosa, se acercó paso a paso hasta la puerta de
la casita. Y empujó.
La puerta estaba abierta. Y vio una mesa. Encima de la mesa había
tres tazones con leche y miel. Uno, era grande; otro, mediano y otro,
pequeño. Ricitos de Oro tenía hambre, y probó la leche del tazón mayor.
¡Uf! ¡Está muy caliente!
Luego, probó del tazón mediano. ¡Uf! ¡Está muy caliente! Después,
probo del tazón pequeñito, y le supo tan rica que se la tomo toda, toda.
Había también en la casita tres sillas azules: una silla era grande,
otra silla era mediana, y otra silla era pequeñita. Ricitos de Oro fue a
sentarse en la silla grande, pero esta era muy alta. Luego, fue a sentarse
en la silla mediana, pero era muy ancha. Entonces, se sentó en la silla
pequeña, pero se dejó caer con tanta fuerza, que la rompió.
Entró en un cuarto que tenía tres camas. Una, era grande; otra, era
mediana; y otra, pequeña. La niña se acostó en la cama grande, pero la
encontró muy dura. Luego, se acostó en la cama mediana, pero también le
pareció dura. Después, se acostó, en la cama pequeña, y esta la encontró
tan de su gusto, que Ricitos de Oro se quedó dormida.
Estando dormida Ricitos de Oro, llegaron los dueños de la casita,
que era una familia de Osos, y venían de dar su diario paseo por el bosque
mientras se enfriaba la leche.
Uno de los Osos era muy grande, y usaba sombrero, porque era el
padre. Otro, era mediano y usaba cofia, porque era la madre. El otro, era
un Osito pequeño y usaba gorrito: un gorrito muy pequeño.
El Oso grande, grió muy fuerte: -¡Alguien ha probado mi leche!
La Osa mediana, gruñó un poco menos fuerte: -¡Alguien ha probado mi
leche! El Osito pequeño dijo llorando con voz suave: se han tomado toda
mi leche!
Los tres Osos se miraron unos a otros y no sabían qué pensar.
Pero el Osito pequeño lloraba tanto, que su papá quiso distraerle.
Para conseguirlo, le dijo que no hiciera caso, porque ahora iban a sentarse
en las tres sillas de color azul que tenían, una para cada uno.
Se levantaron de la mesa, y fueron a la salita donde estaban las
sillas.
¿Qué ocurrió entonces?
El Oso grande gritó muy fuerte: -¡Alguien ha tocado mi silla! La Osa
mediana gruñó un poco menos fuerte... -¡Alguien ha tocado mi silla! El
Osito pequeño dijo llorando con voz suave: se han sentado en mi silla y la
han roto!
Siguieron buscando por la casa, y entraron en el cuarto de dormir.
El Oso grande dijo: -¡Alguien se ha acostado en mi cama! La Osa mediana
dijo: -¡Alguien se ha acostado en mi cama!
Al mirar la cama pequeñita, vieron en ella a Ricitos de Oro, y el Osito
pequeño dijo: -¡Alguien está durmiendo en mi cama!
Se despertó entonces la niña, y al ver a los tres Osos tan enfadados,
se asustó tanto, que dio un salto y salió de la cama.
Como estaba abierta una ventana de la casita, saltó por ella Ricitos
de Oro, y corrió sin parar por el bosque hasta que encontró el camino de su
casa.

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