lunes, 22 de junio de 2015

Cuentos Para Niños: Yorinda y Yoringuel

Yorinda y Yoringuel
Por:Guillermo y Jacobo Grimm

Había un castillo muy viejo en medio de un bosque muy grande y
oscuro; y en el castillo vivía sola una bruja. De día, la bruja se convertía
en gato o en lechuza; de noche, volvía a su forma de vieja. La bruja tenía
el poder de atraer a los pájaros y a las fieras, y se los comía; y si alguien
se acercaba al castillo, se quedaba encantado y sin poderse mover, hasta
que la bruja le dejaba marcharse. Y si se acercaba alguna niña, la bruja la
convertía en pájaro, la metía en una jaula de mimbre y llevaba la jaula a
un cuartito del castillo. Tenía más de siete mil jaulas con niñas convertidas
en pájaros.
Había también en aquel tiempo una niña llamada Yorinda: era más
hermosa que todas las niñas de su tierra, y quería mucho a un joven que se
llamaba Yoringuel, que pensaba casarse con ella. Les gustaba estar juntos,
y un día se fueron a pasear al bosque. Yoringuel dijo a la niña:
–No te acerques nunca al castillo.
Era una tarde hermosa; el sol brillaba entre los árboles del bosque, y
las hojas estaban doradas y verdes, y una tórtola cantaba en las ramas de
un árbol viejo. De pronto, Yorinda empezó a ponerse triste, triste, sin saber
por qué, y empezó a llorar. Y Yoringuel se puso a llorar también; se habían
perdido, no sabían cómo volver y tenían miedo del bosque. El sol ya se
estaba poniendo; Yoringuel miró a su alrededor y vio entre los árboles, allí, muy cerca de ellos, el muro
del castillo. Yoringuel se asustó, y Yorinda empezó a cantar:
♪ ♪ ♪ “Pajarillo rojo,
canta en la rama.
¡Cómo canta a la muerte
del que más ama!
¡Ay, amor!”
Yoringuel miró a Yorinda; la niña se había convertido en un ruiseñor,
y ya no cantaba con palabras, sino con trinos y silbidos. Pasó una lechuza
de ojos de fuego, voló tres veces sobre ellos y chilló: “¡Chiú, Chiú, Chiú!”
Yoringuel no podía moverse: estaba allí como una piedra,
y no podía llorar, no podía gritar, no podía mover ni una mano ni un
pie.
El sol ya se había puesto; la lechuza se escondió en unas matas, y de
las matas salió una vieja flaca, jorobada y espantosa, con ojos colorados y
nariz puntiaguda que casi tocaba con la barbilla; la vieja iba rezongando,
se agachó, cogió al ruiseñor y se lo llevó en la mano.
Yoringuel vio como se llevaba la vieja al ruiseñor, y no podía hablar,
no podía moverse. Luego la vieja volvió y dijo con una voz horrible:
–¡Hola, Zaquiel! Cuando brille la lunita en la cestita, desata, Zaquiel,
y que te vaya bien. Yoringuel sintió entonces que podía moverse; se
arrodilló delante de la vieja y le pidió que le devolviera a Yorinda;
Pero la bruja le dijo que no vería a la niña nunca más, y se marchó.
Yoringuel gritó, lloró, llamó a la vieja; pero no le sirvió de nada. Yoringuel
echó a andar y al fin llegó a un pueblecito que no había visto nunca; se
quedó allí mucho tiempo, de pastor.
Iba a veces con sus ovejas hacia el castillo, pero no se atrevía a
acercarse demasiado. Y una noche, soñó que encontraba una flor muy
roja, que tenía entre las hojas una perla grande: él arrancaba la flor, iba
hacia el castillo, y todo lo que tocaba con la flor se desencantaba; y soñó
que con la flor desencantaba también a Yorinda.
Cuando se despertó, empezó a buscar por los montes y los valles la
flor roja; y al noveno día la encontró: era roja como la sangre, y en el centro
tenía una gota de rocío, grande como la perla más hermosa. Cortó la flor
y la llevó día y noche, hasta que llegó al castillo. Y cuando estuvo a cien
pasos del castillo, no se quedó encantado, sino que pudo seguir; llegó a la
puerta, la tocó con la flor, y la puerta se abrió. Yoringuel entró en el patio
del castillo, se puso a escuchar y al fin oyó a los pájaros encantados; fue
a buscarlos, y se encontró con la bruja, que estaba dando de comer a los
siete mil pájaros de las siete mil jaulas. Cuando la bruja vio a Yoringuel,
¡cómo se puso, qué gritos dio! Chillaba, Insultaba a Yoringuel, le escupía
veneno... pero Yoringuel tenía la flor en la mano, y la bruja no podía
acercarse a él.
Yoringuel miró todas las aquellas jaulas: ¿Cuál de los pájaros sería
Yorinda? Y en esto vio que la bruja se llevaba con disimulo una de las
jaulas hacia la puerta; Yoringuel dio un salto, tocó la jaula con la flor, y
tocó también a la bruja. La bruja perdió en aquel momento su poder de
hechizar; el pájaro de la jaula se convirtió en Yorinda; Yoringuel la abrazó,
y luego fue desencantando a todos los otros pájaros, que se convirtieron
en niñas y se marcharon con Yorinda y Yoringuel, y todos volvieron a sus
casas muy felices.

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